martes, 16 de noviembre de 2010

LEYENDAS Y COSTUMBRES DEL TÍBER


Desde su nacimiento, el Tíber fue el alma de Roma, y el hecho de que la ciudad le deba su propia existencia está descrito ya desde la primera escena de la leyenda de la fundación, con Rómulo y Remo en la canasta que, atascada debajo de una higuera, sorben el fluido azucarado que brota de los frutos, a la espera de una verdadera comida.
Todos los asentamientos pre-romanos cuya convergencia dio origen a la Roma histórica "veían" el Tíber, pero desde lo alto, no desde sus márgenes (recuérdese Antemnae, por ejemplo), por obvias razones de defensa y porque el Tíber siempre ha sido un río sujeto a desbordes imprevistos.
El punto en el cual la llanura aluvional era más seguramente practicable era en correspondencia de la Isla Tiberina, al lado de la cual (en el área que se transformaría en elForo Romano, a partir de un más modesto Foro Boarico) se localizó originalmente el punto de encuentro y de intercambio entre las poblaciones etruscas que dominaban la márgen derecha (llamada más tarde Ripa Veientana y las poblaciones del Latium vetus sobre la margen izquierda (la Ripa Graeca).
La isla era, además, el límite hasta donde podían llegar las antiguas naves de poco calado que venían desde la desembocadura en el mar Tirreno.
A corta distancia, aguas abajo, se construyó (en madera, y como tal permaneció por diversos siglos) el primer puente de Roma, el Puente Sublicio. Para las antiguas poblaciones era de tal importancia este puente y su mantenimiento, que en relación a este nació el más antiguo y potente sacerdocio romano: el "Pontífice máximo".
El río mismo era considerado una divinidad, personificada en el Pater Tiberinus era celebrado todos los años el 8 de diciembre, coincidentemente con el aniversario de la fundación del templo dedicado a su honor en la isla Tiberina, era un rito de purificación y propiciatorio

No hay comentarios:

Publicar un comentario